Así se corre un fondo de a choca!!!
La ciudad me pertenece, la hago mía cada vez que la re-corro... |
Tenía, les había comentado, la inquietud de correr un fondo de a 25 km desde los días de la semana santa. El que salió como toda mi cara por culpa de mi falta de preparación. Aquella vez, entre alfombras de aserrín y los calores de la época, me quedé en casi 22 por los rumbos de la 18 Calle. CAMINAR a la casa me resultó un martirio, los poco más de tres kilómetros faltantes que hubiera querido gatear. Sin dinero y sin teléfono sufrí y sufrí.
Se vino junio, con la alegría todavía fresca de haber corrido 140 kilometritos en mayo; me dispuse a meterle duro y cumplir con ese fondo pendiente, Hékate es celosa de lo que se le adeuda. Por diversas razones: la lluvia sobre todo, pero también los requerimientos de mis mis princesas del 14, la primera semana de junio se me fue sin correr, y aunque me atrasa la cuenta para lo que toca correr en el mes, lo asumí como un pequeño período sabático, descanso de piernas y acopio de fuerzas para la tourmalet que se viene!
Amaneció el sábado, con un sol feroz filtrándose entre nubes grandes y cargadas, eran ya pasadas las ocho.
-Meh! - pensé - que pase ese solón, que bastante tostado me quedé de Cobán...
Me comí un banano y una pieza de pan integral, bebí mucha agua, apresté mi cinturón de hidratación, así como mi ropa y mis zapatos así como mi playera de Cobán40! Cada vez que la veo me gusta más! Dice fuerte y claro: yo corrí Cobán y vos no. Jejejeje. Pequeños placeres de gordos correlones sobre gordos sedentarios.
Recostado, velando alguna tregua del sol, me dormí otro "rato". Me despertaron los trancazos de agua! Eran ya un poco más de las dos de la tarde y el cielo se derramaba sobre la ciudad sedienta.
-Se me jodió la corrida! - pensé.
Pero no podía dejar de correr. Tocaba corrida, machacada, la cita de fin de semana con el dulce dolor. no quería dejar de correr ese sábado.
Paró la lluvia un momentito.
-Horascuando! - me dije, y salí a la calle.
Afuera el cielo se pintaba de un gris plomizo, uno se sentía flotar en medio de la humedad: santo trópico, benditas lluvias primaverales que todo lo lavan y todo lo destruyen! Enfilé sobre la Calle Martí y lagunas más que charcos atestiguaban el chaparrón reciente. Pronto estaba en la Avenida Simeón Cañas, que es muy fresca para correr con sus árboles que se diluyen en goterones verdes, ya allí regresó la llovizna; me dio tiempo de bordear el mapa en relieve y pasando frente al bello caserón que alberga algún tipo de extensión de la universidad Mariano Gálvez, se me vino el chaparrón encima.
Que pijazos de agua, en buen chapín! En segundos estaba hecho una sopa. Había tomado las previsiones necesarias y el aparatito que me ameniza las corridas venía ya envuelto en una bolsa plástica. Preferí subirme las gafas oscuras con las que corro, porque el viento y el agua las enturbiaban.
Las calles eran ríos, de agua y vehículos que se movían entre la parsimonia y la desesperación de sus conductores. Atravesé el parque Jocotenango y enfilé por toda la antigua sexta, ahora Paseos, de Jocotenango precisamente, y de la Sexta. La gente se refugiaba en las cornisas; desde mi visión de esa película fundamental que me es "V for vendetta", me repito como un mantra: "Dios está en la lluvia".
Y sí, está en la luvia, pero también en el rayo y en el trueno. El cielo se vació sobre mí. Me lavó, arrastró mis dudas, ahogó mis temores.
Entre retumbos terminé la sexta y crucé la 18; amainó un poco el temporal, pasé a un costado del Palacio de Dark Lord Arzú, silencioso en día de descanso. Un poco más de sexta ya en la zona cuatro, una pequeña cuesta y entonces La Reforma.
Cumplí la hora.
-Cuánto llevaré?, como 8 km calculo -me pregunté y respondí (luego revisando mi mapa, me doy cuenta que en ese punto llevaba ya nueve y un poquito más, mi cadencia de carrera mejora paulatinamente).
Volvió la tormenta, la devastación. Los retumbos de los truenos y sus rayos como espadas fulgurantes que partían el cielo.
Alcancé el mal llamado obelisco, corrí sobre la Avenida de las Américas, que era una desolación. Llegué al monumento al papa, di la vuelta al añadido hasta llegar a la Plaza Berlín y de regreso.
-Pucha -pensé -me siento más enterito que la vez pasada.
A todo esto, tomaba sorbos de mi cinturón de hidratación, que tiene cinco botellas: dos con agua pura, dos con agua azucarada, una con agua y limón.
Terminé las Américas de vuelta sin la aflicción de mi intento previo. Faltaba menos de la mitad de la ruta. Un poco menos de dos horas cronometraba al pasar frente al Centro Comercial Los Próceres y enfilar Reforma, esta vez rumbo norte.
Y se acabó la avenidita del dictador reformista. Pasando frente al antiguo cine reforma, ahora trastocado, creo, en templo religioso, me pegó un jalón la parte posterior del muslo, el bíceps femoral sospecho. Me detuve un momentito, me di un masaje en la zona, "No puedo quedarme aquí pensé, que huevada!" Y seguí, tratando de bajar un poco el paso, de no forzar.
Enfilé por la Avenida Séptima, por los lares del Banco Industrial y esa su plaza de diseño tan peculiar ME CAÍ! Me dio mucha rabia, aunque ahora que me recuerdo me da risa. Por evadir uno de los tantos charcos que me encontré en la ruta, puse el pie sobre una tapadera mal colocada que cedió a mi peso y me fui de boca. Como sapo aterricé muchá! Apenas metí las manos pero fue sobre todo un panzaso!
Me levanté y me revisé, no habían daños evidentes. Probé seguir corriendo y no había ninguna molestia además de las que ya arrastraba. Troté hasta el Palacio de la Justicia, donde paré a hacer el recuento de los daños: apenas un rodilla raspada sobre la que vertí el contenido de uno de mis pachoncitos lleno de agua con limón.
Y seguí, la 18, mi barrera de la vez anterior se quedó atrás, todo era territorio nuevo (por la distancia), pero conocido (son rumbos por los que corro). Al atravesar la 14 calle me dije "Ya solo faltan tres, metele ganas". Y le di, con calma pero sin bajar el paso más allá de lo que me exigía el cansancio. En un par de esquinas tuve que detenerme por los pinches semáforos y entonces sí que el cansancio se me acumulaba de golpe en las piernas.
Otro poquito, era la Catedral, ya no llovía desde el final de Reforma, otro poquito, era el cruce de la cuarta calle, faltan dos! Un descenso pasando al lado de Santa Teresa y la última cuesta de la ruta, antes de una estación de la Policía. Ah que último esfuerzo, bien que lo resintieron mis piernas. Pero algo se me ha templado el espíritu, que no desistí.
Era la espalda del Cerrito, y entonces la Avenida de los Árboles, MI Avenida de los Árboles, "solo falta uno", y estaba hecho. En el tramo final, doblando frente a los Billares Luna me entró una desesperación, ansiedad, cansancio. "Ya casi, ya casi". Mantuve el paso, la cuadra se avizoraba larga pero era un mero espejismo. El último cruce, casita, estaba hecho.
Terminé.
Detuve el reloj el 2 horas 54 minutos y 54 segundos. Pensaba que me iba a hacer un poco más de tres horas por lo que es bienvenido. Falta, lo sé, falta mucho, pero hace un par de años no me hubiera aventurado a soñar con correr veinticinco kilómetros, una tarde de sábado bajo la lluvia.
Nos miramos en la ruta.
-Wild snorlax is fast asleep!
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