Sí corrí en 2018 aunque no lo escriba...

Las medallas de medias maratones de 2018.


Hace 7 años, por estas fechas tuvo que haber sido, mi buen amigo CarlesP me convenció de correr: tenía ya un buen año de estar asistiendo a un gimnasio, que no existe más, en las cercanías del reloj de flores, en la batalla sin fin contra mis excesos y las libras en sobreabundancia.

A pesar que trotaba en la caminadora buenos minutos y que había perdido algo de peso, tenía muchas dudas y miedos: mi vida ha sido dominada por el sedentarismo, mi trabajo era de escritorio y en mi tiempo libre he gustado de leer, jugar vídeo-juegos y practicar ciertos coleccionismos. La idea de correr 10 kilómetros -la carrera en cuestión era la San Silvestre 2011, se me hacía una cuesta enorme e inalcanzable.

La esposa de mi amigo CarlesP, AnnaE, que con el paso de los años ha llegado ha ser también una amiga querida, era y es una atleta de condiciones formidables, hija a su vez de corredores fogueados, domina la ruta con velocidad y entereza, se unió a la faena de convencerme: entre ambos me platicaron y terminaron de embarcar en este viaje loco.

Se llegó el día y fue la San Silvestre, sobre la que ya he escrito suficientes y repetidas letras: una experiencia definitiva y bella, la sensación de logro, la victoria más difícil: la victoria sobre uno mismo.

2012 fue entonces mi primer año pleno de correr, corría nada más los fines de semana, distancias que ahora veo cortas pero que se sentían entonces proezas que interrumpían mi vida de escritorio y sofá: 3, 4, 7 kilómetros apenas, que me dejaban sudoroso y con las piernas doloridas. En marzo de ese año corrí mis primeros 10-k, los nocturnos de la municipalidad de Guatemala. Llegó mayo y conocidos me hacían bulla para entrar a la media de Cobán, importante como es para la gente que corre, pero no me sentía listo y rajé, me arrepiento por la medalla bella de ese año, pero siempre he sido respetuoso de la ruta y mis límites, no me sentía listo. No lo estaba, ahora lo veo, hubiera sido un desastre.

Pero pasaron los meses y se acumularon los kilómetros, llegó agosto y con ella la media maratón de la municipalidad, aunque me sentía todavía tierno e inexperto, me atreví a inscribirme. Por cierto, qué días aquellos, en que las inscripciones estaban disponibles por semanas, sin la urgencia de ahora. Sobre esa carrera también escribí ya suficiente, la corrí como un purgatorio o un castigo, pero la terminé, y con ella, alcancé mi primera medalla de media maratón.

Es una distancia noble la media maratón, te desafía, te exige, te deja vivo -si entrenaste suficiente al menos, sin llegar a la exigencia excruciante de su hermana mayor, la maratón completa, absoluta, a secas.

En 2014 consideré era el momento de acometer la faena del maratón, y con esa decisión nació este blog, bitácora, rincón de apuntes, en su momento, crónica de entrenamientos -puf!- y carreras, hasta llegar al día, en noviembre de ese año, en que monté con éxito el dragón de asfalto, mi único maratón, mi precioso. Es un esfuerzo que se me hace enorme, razón por la cual, aunque se me antoja, no he repetido esa tarea que para mí es un Aconcagua, un Everest.

Pero he seguido corriendo, con el paso de los años, dejé de pagar y correr carreras menores, en kilometraje me refiero, y me centré en correr medias maratones, tuve la oportunidad gracias a la residencia de mis amigos Carles y Anna de correr en El Salvador 4 años, una media maratón calurosa y de cuestas jodidas; fui y regresé a Cobán -Cobán es Cobán-, Xela, Panajachel, Salamá, Retalhuleu, Sacatepéquez. Corriendo re-conocí la patria y algunos de sus rincones, sin pretensiones y en su dimensión adecuada, correr me recordó ciertos rostros de Guatemala que desconocía o había olvidado, pero también facetas de mí, sobre mi resiliencia, que ignoraba.

Correr es un viaje hacia un espejo.
Un viaje en el que he corrido 7,724 kilómetros, hasta hoy, al menos.

En 2018 algunas cosas han cambiado en mi vida, algunas cosas siguen igual. Algunas cosas, pocas, han mejorado, algunas cosas, muchas, han empeorado. Pero estoy vivo, vivo y corro, vivo y algunas personas me aman, y yo les amo de vuelta, con toda la abundancia que ello implica.

Tengo 39 años, soy un hombre de 39 años que corre por medallas, y para mantener, un poco, a raya, las consecuencias de sus excesos. No me considero un atleta, a los que le tengo mucho respeto y toda la envidia que procede, tampoco un runner, palabra que encuentro ajena e impertinente. Soy un señor gordo que corre, que no ha parado de correr, que no quiere dejar de correr.

Respeto las ganas de mi cuerpo, el que habla su propio idioma y se manifiesta a veces en el ánimo, a veces me entran las ganas de dejar de correr y me detengo, descanso, como -me harto-, leo, juego a The Legend of Zelda con mi hijo, o ahora el Fortnite ese.

Pero luego empieza de nuevo, como una cosquilla suave, lejana, como una inquietud que nace de un sueño, y regreso a correr, digamos que la ruta tiene un llamado, o que con ella he hecho cierto pacto de los que solo ambos conocemos las condiciones. Vuelvo a correr, me enfrento de nuevo a mi pereza, a mis miedos, a mi diletancia.

La ruta es generosa, me ha dado salud, experiencias, he conocido a gente maravillosa de la que aprendo y a la que admiro mucho, y que no enumero acá porque sin duda olvidaría nombrar a muchos, distraído como soy, compañeros del camino, nunca mejor escrito.

Este año es el año en que más medias maratones he corrido: 8, Max Tott, Guatemágica, Media de Atitlán, Cobán, Travesía al Valle, 21k Muni Guate, Xela y Media Maya. Algunas quiero dejar de correrlas porque siento que han cumplido su ciclo, quiero incorporar algunas nuevas, correr menos carreras pero correrlas mejor.

Pero seguir corriendo, para siempre, con lo definitivo que se pueda leer tal afirmación. Siempre puede ser mucho o poco tiempo.

Es una cosa bella la Maya y su ruta, un esfuerzo del Dr. Piedrasanta, acompañado ahora por una empresa que se dedica a estas vueltas, me pareció adecuado que en ese camino, que sobre ese asfalto reventado, cerca del cual viví, y en el que me bauticé como maratonista, corriera mi media maratón número cuarenta. -Eso sí, es imperativo mejorar las condiciones de la carrera, empezando por el cierre vehicular, que fue terrible, siendo amenazados los corredores por buses y transporte pesado a velocidad excesiva, pero sobre eso, escribiré una entrada específica.

40, decía.

Como los años que cumpliré el año entrante. Todo un señor, un señor gordo que corre, despacio quizás, pero que no piensa detenerse. Quiero correr otra maratón en algún momento, el otro año, ojalá me alcances las ganas, más medias maratones, subir volcanes, cuidar mi cuerpo y mente en esta nueva etapa de la vida que se abre.

Como siempre, por leerme, por correr a mi lado, gracias.

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