Yo -de verdad- Amo ES! Edición 2016

Los calores de la Cuscatlania parecen apurar la primavera.
El Salvador es cálido como el abrazo de los amigos, cada año visito la pequeña Cuscatlania, esa esquina tierna de Centroamérica María que sin embargo se ahoga en la sangre de sus hijos. Perdonen los lugares comunes que a mares inundan estos textos, estos intentos. Es poco lo que puedo hacer por remediarme.

Como cada año, repito, en un ritual, una peregrinación, me encaminé más allá de nuestra frontera poniente buscando conquistar mi cuarta media maratón YoAmoEs; por razones de trabajo la visita fue express yendo y viniendo de un día al siguiente, viajando entre jueves y domingo, desde las alturas de nuestra Xelajuj-noj hasta San Salvador con escala y retorno en Guatemalita la Nueva, mi bella, mi hórrida, mi nido, mi herida supurante.

800 y más kilómetros en las sentaderas, pero todo sea por consumar las obsesiones.

Llegué a San Salvador al filo del medio sábado, atravesando General Escalón. El buen amigo Carles me recogió y juntos hicimos algunas diligencias, entre ellas, recoger los números y chips de control de tiempo en la mal llamada "expo", es una entrega de números a secas, un par de kioskos y una infraestructura mínima, contra la que yo, que soy más bien haragán, no tengo quejas.

El chip y número son de la empresa chapina "sport and marketing", acompañados de la playera oficial y el costalito de rigor. Ni gorritas ni parafernalia ni nada. Es una terrible cantada, creo, el hacer una playera de color negro para correr en un lugar de tanto calor!

Hicimos las compras con el buen amigo, para que su personal chefcita se disparara un maratón de pizzas que casi me pone en coma de delicia. Qué rico y qué exceso, bajándonos con vino y cerveza las viandas, para lograr no una carga, sino más bien una sobrecarga de hidratos de carbono.

Pero antes los libritos: son tan generosos y buenos estos mis amigos, que en mi cuartito me esperaba un regalito: "La Guerra del Fin del Mundo" de Vargas Llosa, que me como aún en estos días, como si todas las atenciones que tienen para con este mostro no fueran suficientes, me regalan además preciosas letras. Además, por arreglos hechos por redes sociales con la autora, me conseguí una edición firmada y besada de "Peces en la Boca", un poemario minúsculo y enorme, que desde ya atesoro. Ya vieron fue un viaje de muchas ganancias a pesar de su brevedad.


Regresando a la carrera, me dormí abotargado por la comida tan abundante, y me desperté pronto (cercano a las cuatro de la mañana) todavía con el sabor del vino en la boca. La carrera, en una decisión sabia que los organizadores de eventos en Guatemala deberían imitar, adelantaron su hora de salida a las 6:30, para evitarnos las inclemencias del sol salvadoreño.

Crece la carrera, lo que es bueno, varios miles aguardaban ya la salida, a la que llegamos juntos con la chefcita, que es además una corredora feroz y velocísima. Apenas metiéndonos estábamos en los corrales cuando llegó la hora, y a padecer pues, que es lo que toca.

El gordito empezando la carrera, todo era felicidad todavía.
La ruta es la de todos los años, empieza con un ascenso paulatino hacia Huizucar, para luego de una brevísima pausa tirarte una trepada que supera incluso la del austriaco. Sabido de mi sobrepeso, la tomé con calma, moderando mis esfuerzos y ritmo y bebiendo mucho powerade, del que los organizadores proveen en abundancia.

Se desciende luego adentrándose en las entrañas de un barranco, la que hay que tomar también con cuidado para no castigar las rodillas. Por allí me junté con un chero platicador, con el que bajamos juntos compartiendo vivencias de carreras y penurias. Ha venido a Guatemala a correr, y se disparó según me contaba la maratón de Ciudad de México el año pasado, una carrera que me apacha el ojo.

Se termina el descenso y se enfila ha la vieja Cuscatlán en la segunda de las cuestas asesinas de la carrera. Se me cayó el ritmo y el paso, pero no las ganas, que he aprendido a modular con el paso de los años y carreras. Un tramo en que los árboles ceden su paso a la urbanización conforme se va regresando a la ciudad.
Si hasta la chefcita-espartana sufre en esas cuestas, como no va a sufrir este gordo

Y se llega, por ai del kilómetro 15 a la tercera de las cuestas, la que termina de exprimirte como el último de los frutos del verano antes de un largo invierno. Un largo y penoso ascenso en que las fuerzas se terminan, pero que al finalizar, se sabe que solo faltan 5 km en bajadita plácida.

Y se le dio muerte al tramo final de la media maratón, 2 horas 44 minutos y 19 segundos, un tiempo de bah en que el mérito es persistir. Apenas unos segundos mejor que la maxtottita aunque es una carrera de mucha más dificultad.

Con los amigos regresamos a desayunar y en mi caso, a dormir un ratito antes de emprender el regreso a la patria. La chefcita, me envió comida para el camino de vuelta, un rissotto milagroso acompañado de una tajada de un salmón jugoso que todavía a esta fecha me hace salivar la memoria.

20 medias maratones llevo en esta aventura, el 5to año del gordito diletante y corredor. Pensando estoy en correr Guatemágica, un día antes de mi cumpleaños, pero los calores de la costa son atemorizantes. Tengo un mi par de días para decidir, que en esas fechas por razones de trabajo estaré cerca. Gracias por darse una vuelta en esta buhardilla, abrazos a tots.

Bella entre las bellas!

-Snorlax is the sun!

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