21K de la Ciudad de Guatemala 2014 (Parte 2, LA CARRERA!!!)


Amanecer de un día venturoso!
Amaneció el domingo nublado y frío. Desde las cinco de la mañana sonaron mis alarmas y desperté sin prisa. Un buen rato esperé entre la penumbra. "Muy temprano" pensé, pero no pude volver a dormir por la ansiedad que palpitaba en mi pecho.

Hasta casi las seis me levanté, tengo las distancias y tiempos medidos y tampoco quería pasar tanto tiempo encerrado en los corrales como en carreras anteriores, a veces asaltan las ganas de ir al baño y los encargados de seguridad no dejan salir. Desayuné ligero, como mandan los dioses de la ruta, avena cocida y bananos en trocitos. Había platicado con "el Diablo" para juntarnos en su casa, cerca de la iglesia de San José, pero me agarró la tarde y preferí jalar por cuenta propia.

Había dejado desde la noche anterior mis implementos preparados: los mizuno wave rider 16, a los que le sigo sacando el diablo luego del fiasco de los adidas titan bounce; los calcetines injinji sin costuras (el último par que queda, bien desgastados ya), la pantaloneta comprada a los cuatíos de Revolution, la camisola amarillo-huevo del querido farcita, los lentes oscuros marca triatlon (estuvieron perfectos) y la gorra nike amarilla regalo de mi hermana hace un par de navidades (Que festín de marcas y consumo). Sin olvidar el fuel-belt, con cinco botellitas, una de gatorade y cuatro de agua pura.

Había estado ponderando sobre correr con o sin música. Hace unos días borré el contenido del ipod que cada día uso menos y durante los dos meses últimos he preferido correr sin música, acompañado solo por las voces que pueblan mi cabecita. Los cables estorban y los audífonos sony que he usado son algo rígidos. El MP3 que "regalaron" en Cobán no soportó la temporada de lluvias con entereza (otro fiasco por la bajísima calidad de manufactura: se despegan partes, es frágil y sin control de volumen), sin embargo, en días recientes lo revisé y limpié, y resultó que con sus problemas (las canciones a veces saltan, el pin de apagado/encendido se cayó) funcionaba; así que decidí usarlo, pensando en que si se jodía lo tiraba de una vez al basurero que pertenece. Su único aspecto positivo es que es ligero y  construido de un solo módulo que se coloca en la parte posterior de la cabeza y apenas se siente.

La salida, entre "las dos torres", cuál es Orthanc y cuál
Barad-ur, se los dejo de tarea a ustedes.
Número, pulsera del seguro BAM, y en el cinturón de tela y elástico con bolsa, DPI, algo de dinero, y el ipod, vacío de contenido musical, pero destinado a cumplir el mapeo de la ruta con su función GPS y a tomar el tiempo.

Estaba listo, salí.

Atravesé rápido el espacio entre casa-maca y el palacio de Dark Lord Arzú, utilizando un bus urbano que estaba conducido por caxtoc mismo y que en menos de diez minutos llegó a los lares del parque Gómez Carrillo: ya desde allí era el preludio de una fiesta: decenas, centenas, millares de corredores variopintos pululaban hacia el vórtice que era la salida y sus corrales.

En las adyacencias de la Muni un océano de fluorescencias se desbordaba: miles de corredores calentaban, se tomaban fotos, trotaban, iban al baño en las casetas portátiles y se preparaban para lo que se venía. Se sentía una expectativa y ansiedad compartida como pocas veces se vive.

Saludé al canche Peralta, y luego de estirar un poquito ingresé al corral correspondiente, estaba cerca la hora señalada para su cierre. Color morado, color de pasión, pensé, ojalá no la mía.

Es democrático esto de la corredera, juventud, en el corral que se llenaba presuroso, pude escuchar conversaciones tan disímiles, como el de la chatita que preparaba su luna de miel en algún lugar de Estados Unidos, porque "que hueva Europa", hasta los amigos que estaban calculando, con algo de pena, el tiempo que tenían que hacer, para regresar y que no los dejara el bus hacia su pueblo en el interior: no tenían para otra noche de hotel.

El running snorlax en su corralito.
Con la hora próxima cantamos el himno, que así a mil gargantas suena hasta bonito, incluso con el ritmo forzado que le dan en los actos de la Muni. No quedaba tiempo, salieron primero los atletas con discapacidades, y al filo de las ocho en punto, todos los demás. La salida fue ordenada y presurosa, ayudan MUCHO los corrales por tiempo, uno corre rodeado de personas con un paso similar al propio, y eso lo hace todo más sencillo en esos kilómetros iniciales en que el grupo es todavía compacto.

Sonaba David Gueta, Ariana Grande, Adele, bendita! Un coctel así de muchos sabores y contrastes. Estaba bien, se sentía bonito y las calles discurrían presurosas. En un parpadeo era la Calle Martí, que se atraviesa. En sus cercanías, antes de verla, escuché los gritos de mi madre santa! Madre solo hay una, y como la mía más! Junto a la abuela me tiraron porras y besos y amores. Y así, arropado y chiveado, enfilé Simeón Cañas con buenas sensaciones. Cómo ayudó entrenar por esos rumbos, las calles del centro me pertenecen, aunque los remilgados les teman, ese asfalto reventado transmite energías que apenas puedo explicar, pero que intuyo se filtran de la memoria de la piedra y el tiempo.

Regreso sobre Simeón Cañas, de nuevo mi madre, los corredores que venían de regreso eran todavía bastantes. La primera señal de mejora, porque el primer año en ese punto venían ya entrando los carritos que marcaban la cola de la serpiente que fluoresce.

Paseo de Jocotenango primero, de la Sexta después. Beíta, compañera entrañable de trabajo, me saludó por los rumbos del parque San Sebastián. Seguía enterito, perfecto. No veía el tiempo, no tocaba el ipod, quería asumir los primeros diez kilómetros con un paso constante pero conservador para evitar el desastre de 2013. Todo discurría con la placidez que permite la furia de la ruta.

Se acabó la Sexta, cruzamos la dieciocho calle y era la Muni de vuelta. Cada vez que pasaba por un puesto de gatorade o agua, tomaba esa bebida del cinturón, y la estrategia funcionó, no paré una sola vez en ninguno de los puestos de avituallamiento, para no perder segundos que resultan preciosos, pero sobre todo, para mantener el ritmo, que luego cuesta recuperar.

Y subimos por Yurrita, en otros años, al pasar por allí, venían de regreso en su kilómetro final ya un buen grupo de corredores chapines "pilas", buenos, pero no de la élite. Esta vez lo que venían eran carritos de la Muni escoltando al keniata que ganó la competencia, una aparición de pedernal. Atrás, otro keniata y tercero un chapín, desconocido para mí, pero que he sabido es un joven de apenas 17 años que desde ya pinta un potencial gigantesco.

Y empezó Reforma, respiré hondo, apreté el alma y las gónadas. "Esto es -me dije, para lo que has estado entrenado todos estos meses cabroncito" Y apreté, con mesura pero decisión enfilé Reforma rumbo sur decidido a mejorar mi marca de la media de Guate (2 horas 42 minutos) y quizás mi mejor registro hasta ese momento en la distancia, la Max Tott de este año (2 horas 27 minutos).

Se agotó Reforma al llegar al "Obelisco", que de obelisco tiene nada y se abrió la Avenida de las Américas, con su vía ancha, sus arboledas, y sus monumentos a próceres de otras latitudes. Un beso y un puño le tiré a Benito Juárez, desde su piedra solitaria e invencible.

Sentí "corto" el trayecto, así entrecomillado, hasta llegar al monumento al papa. Los que corren saben que Américas rumbo sur tiene una pendiente en descenso, que se paga con creces al regresar. Y así fue, pasé sobre la goma que registra el tiempo en el chip, tomé un buen sorbo de agua y enfilé el retorno.

De regreso sobre la Avenida de las Américas se acabó la música: no importaba, me había preparado ("Victory is in the preparation", dice Damian Wayne): mucho de mi correr en los últimos meses se hizo sin música, me permite enfocar más y mejor en la forma de correr y percibir el cansancio para así administrar energías. La música distrae, sí, pero a veces demasiado.

Así que corrí en silencio, digamos, porque memoricé, para la ocasión, el juramento de la Guardia de la Noche, esa hermandad de hombres atavíados de negro que pueblan la Canción de Hielo y Fuego, saga fantástica con la que he estado obsesionado en años recientes, y lo repetí durante el trayecto restante como un mantra, una invocación a los dioses que me habitan.

El cansancio crepita con su fuego oscuro y hay que callarlo. Su sonido susurrante trepa desde las piernas para anegarte y consumirte. Así lo hice: "...Soy el vigilante en el muro..." me dije entre dientes y seguí corriendo, apretando para mantener el paso, para no decaer, "...Soy el fuego que arde contra el frío..."; se vislumbraba de nuevo el Monumento a los Próceres de la Independencia, gente a los lados aupando, "...el fuego ... el fuego... el frío...", ahora Reforma otra vez, tantas veces recorrida, idas y vueltas en horas que se desgranan como el maíz de mi vida, "...La luz que trae el amanecer...".

Ataqué Reforma: padecí tanto sobre su asfalto que buscaba una reivindicación, una venganza, "...El cuerno que despierta a los durmientes..."; era la torre Guayacán, la Embajada de los gringos, el Ministerio de Educación y sus monumentos a la caza, "...el escudo que defiende los reinos de los hombres...". El monumento a García Granados, ya casi, en sus linderos un reloj electrónico marcaba el tiempo trascurrido desde el banderazo de salida, un poco más de dos horas! Casi! casi! "...Soy la espada en la oscuridad...", apreté: las rodillas se quejaron un poco, pero había fuerza todavía, fuerza! fuerza! fuerza! Velocidad incluso! "La espada en la oscuridad!!!", circunvalé el monumento a la Estrella, y la marca del último kilómetro. Una corredora morena y bella corría a mi lado y apuraba con agilidad y entereza. La seguí. "Esta no me deja". "...La espada..." 

"..I´m the sword in the darkness..."

Era la Avenida Séptima, que se sintió como una pesadilla breve. Cerca del último puente estaban dos de mis hijos, papaloteando, su mamá, mis hermanos: mi familia resquebrajada, les grité y animaron de vuelta. Con ese fogonazo en el pecho atravesé la meta.

Cansado,
fuerte,
dolido,
satisfecho,
sufriente
y
feliz.

En la ordenada fila hacia la zona de descanso y entrega de medallas, manipulé el ipod con que mido el tiempo de las corridas grandes. Tardé algunos segundos, no veía por el sol de la mañana que se desbordaba pleno desde el cielo. Cuando al fin lo logré, vi el tiempo que había hecho: 2 horas, 12 minutos y 44 segundos. Mi mejor marca en esta carrera y en esta distancia!

"Buena carrera" dijo un corredor desconocido al lado, y chocamos los puños en un gesto espontáneo que me hizo su hermano: así es de bella la ruta y de terrible, nos rompe y amalgama, nos dispersa y luego nos hace uno.

Y ya, esperaba la medalla, preciosa, grande, refulgente, tercera en estos 21k de la Ciudad de Guatemala y marca de mi duodécima media desde el inicio de esta aventura. Rebosante me sentía e invencible. Tres meses faltan para enfrentar al dragón de asfalto, que espera agazapado alrededor de un espejo oscuro y húmedo. Falta, pero estoy en el camino.

Belleza! Foto tomada por el amigo Érick Leal.

-Wild snorlax used rest!
-Wild snorlax is fast asleep!

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