(Medio) Maratón de Atitlán 2016 "Corramos por el Lago"

La medallita bella y vegetal.

Había contado en este soliloquio, que asumí el firme compromiso de ampliar el ciclo de carreras hacia nuevos rumbos: así, el mes pasado me estrené en la calurosa "Guatemágica", y este abril me apunté al evento organizado en pro de la cuenca del lago de Atitlán, en la distancia de Media Maratón, que es con la que me siento más cómodo, si cabe tal palabra en el martirio que me resulta correr con estas gorduras.

Si no recuerdo mal, este evento se organizó algunos años en noviembre o finales de año, teniendo el buen tino de trasladarlo desde el año pasado a abril, encajando para mi gusto de mejor manera en el calendario de carreras del corredor chapín.

El evento tiene un tono por completo distinto a otros en Guatemala, donde ya se ha hecho evidente la inclusión del componente comercial. Esta no, es una carrera todavía pequeña (en participantes) y mínima en estructura, que busca visibilizar la tragedia del lago de Atitlán, ese espejo de azul perfección al que los deshechos amenazan en destruir en menos de un siglo.

Ofrecen varias distancias en los dos días, sábado y domingo, en que se celebran los eventos: 5, 10 y 15 km el sábado, y media y maratón completa el domingo, las pruebas reinas. La inscripción, a diferencia de esa tragedia de los 21k de la Muni de Guate, fue plácida, ofertándose 1000 cupos que se vendieron hasta un par de día antes del fin de semana de las carreras.

Y me tocó entonces, viajar en plan mínimo hacia el occidente cercano del país, en una camioneta parrillera, chicken-bus, que atravesó como un bólido el camino serpenteante hasta dejarme, mareado, en Los Encuentros, la mera casa de Hékate, para de allí descender en dos trasbordos cortos hacia Sololá primero y Panajachel después.

Recogí las cosas en la "expo", mínima también, y corrí a buscar hospedaje, el que encontré frugal y económico, como lo buscaba, que me preocupaba más que tuviera internet inalámbrico que agua caliente para ser sincero.

El lago se portó mal, fue el convidado de piedra en una carrera memorable, estuvo nublado todo el fin de semana y en lugar del paisaje idílico se presentó como una mancha gris y ominosa. Será para la otra edición, espero.

Di un par de vueltas comprando insumos, descansé, salí a cenar en calles repletas de turistas y regresé de nuevo a descansar no sin antes ponerle al día en DBS. (Kaioken X10!!! Todavía me emociono aunque suene a chaviruco)

El hotel, había escrito, era muy básico, pero la cama estaba deliciosa. Dormí la mar de bien, y me costó mucho levantarme, que no despertarme, la mañana siguiente, a pesar de los nervios que siempre aprietan antes de las carreras grandes.

Mi playerita de Errantes502 y la oficial del evento.

Llegado el tiempo que entendía como límite (estaba muy cerca de la salida, en la escuela pública sobre la calle Santander) corrí a prepararme, usé los mizuno prophecy 3 para esta ocasión, y la playerita cortesía del amigo oso de sus Errantes 502.

Era un grupo bonito el que estaba en la salida, un corralito estrecho, no comparable, claro, con las marabuntas que se ven en la carrera nocturna y la media de dark lord arzú. Un poco más 300 corredores quizás. Diosito lindo, pensé, ayúdame na´mas a no llegar de último.

A las siete salimos, quizás con un par de minutos de retraso, bajando Santander hacia el lago, cruzando para salir por el Hotel Porta-Lago, y luego sobre esa calle fea de tierra y piedras paralela al río Panajachel (río es un decir). Un par de cruces más y enfilamos ya por asfalto de nuevo, hacia Santa Catarina Palopó.

He estado corriendo bastante más estos meses, siendo la gran meta la media de Cobán primero y los 21k de la Muni Guate después. Esta media de Atitlán la inserté en el plan un poco forzada, aunque me dí mis días de descanso y procuré bajar un poco las cargas la semana anterior. Sin embargo, desde la salida sentía las piernas pesadas (no ayuda el que esté hecho un snorlax auténtico), y desde luego el recorrido no me iba a colaborar a entrar en buen calor y desarrollar mis limitadas capacidades.

Ahhh que recorrido señores. Que media maratón para ser tan jodidamente bella. Es quizás, la media más difícil que he corrido en mis 5 años de andar en estas vueltas.

Subidas y bajadas, y no las cuestas tiraditas de otras locaciones en que el ascenso en paulatino y el descenso te permite acelerar y ganarle segundos al reloj. No, acá, subidas de perro y descensos picados, muchos, en que hay que meter el freno para no irse de hocico.

Jodido, jodido.

No me había terminado de recuperarme de una subida cuando aparecía otra para patearme la boca.

A empezar la bajada de Santa Cata, no sabía la que me esperaba.
Así hasta llegar a Santa Catarina Palopó, un pueblo precioso a la orilla del lago, en que la entrada es un descenso que simula la cortada de un barranco. Uf, pensé, si cuesta bajar, quiero ver cuando venga de regreso.

Debo señalar, que aunque no pasé sed, fue gracias a mi propio cinturón de hidratación, que puestos de agua habían como dos o tres y escasamente provistos. Entiendo que el evento se maneja como pequeño, pero no se debe escamotear en un tema tan importante como la hidratación. Digan que el clima fue en términos generales, benévolo.

Salí de Santa Cata y seguí (otra subida) hacia San Antonio, subidas, bajadas, la misma historia jodida y trágica. Por las pistas de mi app de carreras (el Runkeeper uso) me di cuenta que iba a ser una media de tiempo desastroso. Pero estaba bien, esto es un entreno para Cobán, un esfuerzo para volverme más fuerte.

Y seguí padeciendo, en algunas esquinas se despejaba un poco el cielo y se avistaba más del lago, que como decía arriba fue el gran ausente del evento. Hasta que llegué al retorno. Me dieron agua en una botella reciclada (yuk) y a volar pata por mi elegido gólgota.

Siempre es jodido correr una ruta nueva; el regreso tuvo la ventaja que sabía ya que me esperaba. Y así como lo había visualizado esa encaramada en la entrada de Santa Catarina estaba para subirla gateando. Nunca lo había hecho pero hube de hacerlo, dejé de correr y caminé, el casi kilómetro hasta dejar atrás la parte más jodida de ese ascenso. Al llegar a un tramo, todavía subida pero menos agresiva, regresé a trotar primero y correr después (a mi paso cansino, en todo caso).

Su servilleta y su cara de bobo.
Luego de un par de kilómetros se ve Pana, esos 5 km se hacen de hule. Pero me sabía cerca, quise apretar pero no había más glucógeno, así que fue cosa de sostener para no salirme de las tres horas, que no quiero de ninguna manera volver a rebasar.

Y regresé a Pana, un par de vueltas y terminaba; en la calle mirador del lago un buen samaritano, a mi pedido, me echó un guacalazo de agua que me supo a gloria. Luego era ya la Santander de nuevo, a pesar del gentío y de mi mal tiempo la gente se toma un instante para hacer vítores, lo que se agradece.

Y terminé, 2 horas 54 minutos 11 segundos, jodido, jodido, pero feliz de terminar mi media maratón número 22.

La medalla es diferente, de madera y con acabados artesanales. Me gustó, me tomé mis fotitas, me hidraté y comí una galleta cortesía del evento.

Me senté a recuperar el aliento mientras los primeros titanes que se habían disparado la maratón completa empezaban a entrar.

Quiero regresar en 2017, pensé, la carrera me debe un lago y una revancha.

Para que vean que no soy tan llorón, les comparto la altimetría.

Comentarios

Entradas populares