Twilight of a running shoe...


Mil kilómetros, mil trescientos treinta kilómetros para ser más precisos es lo que he corrido desde el inicio de esta aventura, desde que inicié a registrar las corridas con la aplicación  MapMyRun, que fue bien temprano por lo que la medición es bastante fidedigna.

Se lee mucho, la pucha, es la distancia desde la Ciudad de Guatemala hasta la frontera de Costa Rica con Panamá en Paso Canoas, y sin embargo es más bien poquito en términos de runner. El primer año fueron un poco más de cuatrocientos kilómetros, el año pasado novecientos y centavos, lo que dividido en 52 semanas nos da un promedio de 8 y 17 que es bajo con miras a grandes objetivos y mejoras sustanciales en el "pace" y la resistencia.

Pero es algo.

Quiero terminar 2014, con un maratón en las piernas, pero además con más de mil kilómetros recorridos para alcanzarlo, de hecho, mil doscientos es la meta que visualizo como mínima, para lo cual debería correr 100 kilómetros al mes y 25 cada semana.

Empecé pronto: el tres de enero, todavía con desvelo y excesos a cuestas, salí a correr "temprano" (tarde, ya eran pasadas las seis, soy un runner perezoso, enamorado de chamarras y almohadas), por los rumbos de la calle José Martí. Me visualicé lobo estepario corriendo por calles desoladas mientras la patria se amodorraba todavía en su post-fiesta. ¡Qué va a ser! Ya en los primeros metros de la calle me crucé con un par de corredores con más brío y ganas que los míos.

Al alcanzar la Avenida Simeón Cañas era ya una marabunta: decenas de corredores de diferente edades, colores y formas estaban en las mismas y mejores, robando minutos a la madre-hueva, aprovechando el descanso para purgar comilonas y bebedizas.

Estas dos primeras semanas del año han iniciado bien, corriendo 22 y 24 kilómetros respectivamente, cumpliendo con ese norma que establece que la progresión en la carga debe ser del 10% del kilometraje respecto a la anterior.

Esta tercera semana ha empezado lento. Trasladé el día de las corridas "largas" (todo es relativo) al sábado, lo que me deja más tiempo para la recuperación y descanso. A causa de 16k que me largué el sábado recién pasado por los rumbos del Colegio Austriaco y su cuesta infernal (ascenso a los infiernos, una paradoja), me perdí la carrera del Día del Ingeniero, que el año anterior me había dejado tan buenas sensaciones, pero en realidad no me sentía recuperado y competente para afrontarla.

"El Lunes", me dije, "me disparo 8k, el martes 5k y el miércoles 3k", descansar jueves y viernes para afrontar el sábado próximo una corrida de 10k sobre el Bulevar Vista Hermosa con el capo JP, en la que tengo mucha expectativa, puesto que con ella finalizaría mi "preparación" para la Max Tott, quedando para la última semana un par de corridas cortas, quizás para trabajar "velocidad" (jajajajaja) y la jodida técnica (de nuevo, jajajajajaja), eso y descanso, preparar las chivitas de correr y a madrugar el domingo 26 (no tanto, vivo cerca del Cerro del Carmen, punto de salida de la media en cuestión).

Pero ya ven, uno tiene una idea y las circunstancias lo van apretando y amoldando, el lunes implica en mi trabajo el desarrollo de una reunión para la cual se trabaja semana a semana, y resultó compleja, pesada, larga. Resultado, salida tarde y planes de correr al traste. Hoy martes que escribo estas líneas quiero salir temprano para tratar de ajustar mi corrida robando descanso al fondo que todavía tengo planeado para el sábado.

Empiezo con una idea y me voy extraviando. El título de este post obedece a las señales alarmantes que mis zapatos de correr lanzan desde abajo. Hace un par de semanas durante una corrida jodida se me durmió el pie derecho, lo cual, en apariencia y según la sabiduría del santo-google, se deriva de la pérdida de  amortiguación en las suelas -así como mi sobrepeso, ufffff, lo cual me lleva a la vida útil de estos implementos.

Vivimos en una sociedad de consumo, it is known, en la que todo se vuelve o lo vuelven negocio (las mismas carreras y el boom del running son un reflejo de ello, aunque ese es, también, tema para otra entrada). Estoy seguro que hace tres choquitas de años cuando empezó la Max Tott, su homónimo fundador y los corredores que lo acompañaron en el establecimiento de su empresa, no tenían idea de su tipo de pisada, de si eran pronadores o supinadores, seguro también que su calzado NO de era de mesh con placas de fibras acolchonadas y sus playeras sin duda NO eran de dri-fit o clima-cool.

Los avances tecnológicos están allí para hacernos la vida más fácil y mejor, pero por qué jodidos se diseñan y construyen las cosas para no durar, o peor, para durar un ciclo específico y perecedero. Los mizunito que utilizo, estaba leyendo, tienen una vida útil de alrededor de 1,000 kilómetros o 1 año de corridas tomándoselo piano, pero dependiendo de ciertas características (como el peso del corredor, que en mi caso es así, a lo snorlax) esta vida útil disminuye.

Mi primera San Silvestre la corrí con unos Nike Run viejos que tenía por allí y que me servían como calzado deportivo multidisciplinario: con ellos iba al gimnasio, hacía pesas, banda, bici, lo que tocara, en ocasiones chamusquitas, un poco de basketball inclusive. Correr en ellos fue un suplicio, llegando a la Avenida de las Américas ya estaba ampollado.

Gracias a la asesoría y consejo de mis amigos CR y AE, de nuevo la sabiduría de santo-google y exploración en foros de corredores, caí en los mizunito, o propiamente escrito, mis primeros Mizuno Wave Rider 15. Los compré por amazon y los esperé con la ilusión con que antaño (y todavía) esperaba mis juguetes. Me gustaron muchísimo y los estrené en la banda del gimnasio, donde la primera característica positiva fue sentir el pie bien ventilado, contrario a mucho zapato deportivo que tiende a encerrarlo y con ello sus olores (pufa!).

Cumplieron su cometido esos mizunitos, mis vivencias fueron tan buenas que al año siguiente decidí comprar su versión nueva (allí va el consumismo), la número 16, que han cumplido también con eficacia, sobre todo si se pondera el aumento en el kilometraje y en mi peso! (Mientras más corro más engordo, joder!).

Y bueno, empiezo a sentir que no me están protegiendo como se debe, y me vuelve a tocar el peregrinaje de cambiarlos. En un principio pensaba en la versión 17, pero quizás, buscando un mayor y mejor colchón, me decante por los Mizuno Prophecy. Eso sí, para jugarle, así entrecomillada, la vuelta al consumismo, quiero comprar la versión del año pasado (2), para ahorrarme algunos dolareques luego de superada la cuesta de enero, que creo que hasta al más experimentado de los runners deja con la lengua de fuera.

Y ya, mis mizunitos amarillos acarician su particular crepúsculo, ellos tan amarillos, tan encendidos, tan solares. Los compré pensando en Cobán y me cumplieron como soldados fieles. Ahora les toca el retiro, que no la muerte, porque me seguirán sirviendo para rodadas cortas, caminatas y sesiones de gimnasio.

Mizuno-kinton les digo, los otakus me entenderán, antes de enviarlos al descanso les queda una batalla última, esa Max Tott a la vuelta de la esquina para la cual no queda tiempo a reaccionar. Sé que me serán leales en ese tramo final, estoy seguro y confiado.

Nos vemos en la ruta.

-Snorlax used Belly Drum!
-Snorlax attack sharply raises!

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